Durante la última Navidad hizo mucho frío. Tanto que uno estaba
deseando llegar a casa y ponerse cerca de la calefacción. Un mañana salí a la
calle porque mis padres me mandaron a hacer un recado. Al pasear por las aceras
me encontré con muchos animales. A Dongo,
el perro del vecino del portal de enfrente; a Risa, la gata presumida que siempre
se pasea buscando alguien que le dé un poco de comida; hasta saludé a Renco, el
caballo que un policía suele pasear por este barrio. Me gustan los animales y
como todos son mis amigos, me devuelven el saludo.
Al pasar por la esquina de la plaza vi un perro que no me
resultaba familiar. Me miraba con unos ojos tan grandes que al mirarlos te
hacían cosquillas. Me acerqué con cuidado y el perro, lejos de asustarse, me
sonrió. Estuvimos hablando un rato y me
explicó lo aburrida que era su vida solitaria. Buscaba alguien con quien compartirla.
Al llegar a mi casa, muy entusiasmada les pedí a mis padres que me
dejaran quedármelo. Pero a mis padres les dio un poco de miedo; a veces lo
desconocido asusta mucho. Me apenó un poco, pero tuve que aceptarlo.
Durante varios días me paré a hablar con él y sentía como se ponía
muy alegre cuando estaba a su lado. Pero como no tenía dueño, un día decidió
marcharse. ¡Quería cumplir sus sueños! Entonces yo empecé a echarle de menos.
Había perdido un buen amigo.
Una noche ya no pude más. Le echaba mucho de menos. Esperé a que
mis padres se durmieran y sin hacer ruido salí de mi casa decidida a buscarle. Pensé
que su mejor refugio sería sin duda el bosque; así que muy animada cogí la
senda que conduce hasta él. ¡Ya sé que el bosque está a veces oscuro, se oyen
ruidos desconocidos y puede dar algo de miedo! Pero yo no tenía ningún temor; confiaba
en mis amigos los animales y ellos no iban a fallarme. Sin darme cuenta me
aleje tanto de mi casa; me fui muy lejos, tan lejos que casi se veía el mar, y
me di cuenta que ya no sabía regresar.
Mientras mis padres, aunque yo no lo sabía, comenzaron a
preocuparse mucho por no tener noticias de mí.
¿Sabéis lo que me salvó? Encontré a mi amigo el perro callejero.
Al verme se puso tan contento que se abalanzó sobre mí; pero enseguida comenzó
a preocuparse. ¡Estábamos tan lejos de mi hogar! Rápidamente organizó a los
demás animales y prepararon la expedición para devolverme a mis padres. Fue un
momento difícil. Por un lado, yo echaba de menos a mis padres, pero por otro no
quería volver a perder a mi recuperado nuevo amigo.
Afortunadamente, al verme regresar, mis padres se pusieron tan
contentos que me permitieron quedarme con el perrito por el que tanto me había
arriesgado y que me había ayudado a volver a encontrarlos.
Desde entonces, vivo feliz con mis padres, mis hermanos y el perro
al que tanto quiero.
El perro se llamaba Iker y era la mascota de Papa Noel. Era el portero numero uno del futbol perro. Jesús 1ºA.
ResponderEliminar