Por cierto, aún no me he presentado. Me llamo Iñaki. Y no creáis que soy
yo el que escribo mi historia. Es mi padrino; a él le gusta mucho escribir y ha
decidido suplantarme para relatar mis recuerdos. Pero me encanta que lo esté
haciendo. También porque me cuenta todos los ositos y otros animales que forman
parte de nuestras familias. ¡Está claro que los duendes del bosque, del polo,
de la montaña y de la selva lograron convencer a muchos animales para que
fueran nuestros amigos.
Durante aquellos años de mi vida, mi madre y mi padre hablaban mucho
conmigo. Yo sólo balbuceaba, pero ellos se ponían muy alegres con mis ruidos
inconexos. También Azul lo hacía. Creo que mientras mis padres me enseñaban su
idioma, Azul me enseñaba el suyo.
¡Pero qué difícil es aprender! Los adultos siempre dicen que los niños
pequeños no tenemos nada que hacer; sólo nos preocupa comer y dormir. Se ve que
al hacerse grandes olvidan el trabajo y lo cansado que es mirarlo todo, tocarlo
todo, olerlo todo e incluso llevárselo a la boca y probarlo. Muchos piensan que
únicamente estamos ocupados en esos ratos sueltos que nos dedican a hablarnos.
Muy importantes sin duda, porque gracias a ellos aprendemos a hablar; pero el
resto del trabajo lo tenemos que hacer nosotros solos.
Dije mis primeras palabras con un año y siete meses. Aquel día mi madre
se puso muy contenta. Y note que Azul se ponía un poco celoso. Por lo que tuve
que hacer un esfuerzo y decir también un par de palabras en el suyo.
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