Todos sabemos que los unicornios son
animales mágicos; y creemos que siempre han sido animales solitarios. Todos
sabemos, como se señala en el libro “La verdadera historia del unicornio”, que
es una raza especialísima, ligada a nosotros en amor y servicio; sabemos que
sólo aquel que escuche de sus labios su nombre, podrá cabalgar sobre él.
Lo que desconocemos bastante es que
cada unicornio antes de convertirse en un animal mágico tiene un camino de
aprendizaje que recorrer. Cómo cada uno de nosotros, tiene unos maestros que
les enseñan y les protegen. Son los guardianes de los unicornios. Ellos son los
encargados de darles el nombre.
Orinis siempre fue un unicornio curioso.
Escuchaba y estudiaba todo lo que le enseñaban. Pero lo que más le gustaba era
adentrarse en el bosque para conocer nuevos amigos. En cuanto le dejaban un tiempo
libre, dejaba la escuela y se adentraba en sus entrañas. Así descubrió que de
siempre se pueden aprender cosas nuevas de los demás animales. Pero la lección
más importante que aprendió es que nunca estaría sólo.
En una de sus escapadas al bosque, su
amiga Cablan, la liebre, mientras jugaban al escondite, se cayó al río. Orinis
no sabía nadar muy bien, pero se lanzó en ayuda de su amiga. Tarde se dio
cuenta de que había sido una mala idea. Porque en vez de sacarla, comenzaron a
hundirse los dos. Pero en ese momento, aparecieron los guardianes y les
rescataron. Comprendió que no había nada más importante que cuidarse y cuidar a
los demás.
Ese día se sintió orgulloso de haber
nacido siendo un unicornio.
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